Toulouse-Lautrec: Postales de La Belle Époque
Por Ethan Calva
Nadie para retratar el París de finales del siglo XIX como Henri de Toulouse-Lautrec, para construir el refugio de sus recuerdos. Pequeño de estatura (apenas más de metro y medio), pero con un gran dominio de sus técnicas se consolidó como un fenómeno extraño en el arte moderno. Vivió de su obra, fue famoso en vida e incluso presentó sus obras en el Louvre. Varias de las principales obras de este talentoso ilustrador han llegado temporalmente a México con la exposición "El París de Toulouse-Lautrec: impresos y carteles del MoMA" en el Palacio de Bellas Artes.
La muestra se concentra en el pequeño espacio de las salas Paul Westheim y Justino Fernández, con 124 piezas, la mayoría de ellas litografías traídas del Museo de Arte Moderno (MoMA) de New York. La más destacada de ellas es La Goulue, una litografía en gran formato que publicitaba el Moulin Rouge, un afamado café-cabaret parisino y que es la primera con la que se topa el espectador.
Toulouse-Lautrec (1864-1901) nació en una familia aristocrática y casi toda su vida se desarrolló en esos círculos. A los 17 años se fue a vivir a París, donde frecuentó el barrio bohemio de Montmartre, lo cual se volvió una influencia determinante en su obra. De esta manera, en sus ilustraciones se conjugan sin chocar la condición de las clases altas y medias con el ambiente tan festivo como delirante de los salones parisinos.

No es difícil notar la fascinación que sentía el ilustrador por su entorno. En el periodo de paz de La Belle Époque, París alcanzó un auge sin precedentes y se puso en el centro de un mundo que empezaba a globalizarse, con eventos destacados como las Exposiciones Universales que concentraban los avances científicos, tecnológicos y productos culturales de un buen número de países. La efervescencia del placer de la modernidad es plasmada de forma brillante en sus obras.
Prefería privilegiar las formas, los contornos gruesos que delimitaban el espacio, como en los grabados japoneses que lo influyeron tanto. Era cuidadoso con los colores: utilizaba tonos claros que contrastaban con la profundidad del negro. No se concentraba demasiado en los fondos, porque para él era más importante destacar la figura en sí. Usaba encuadres y enfoques semejantes a los de la naciente fotografía de esa época. Jugaba con volúmenes sutiles y texturas casi imperceptibles.
No sólo retrató a ciertas vedettes de la época o a bailarinas destacadas como Jane Avril. Capturaba los instantes como fotógrafo de los salones parisinos, donde pintaba a sus amigos y conocidos, no a figuras al azar. Inmortalizó los instantes espontáneos de las noches de gozo, de ritmos contagiosos, bailes de can-can, hombres de traje oscuro y sombrero de copa, mujeres de vestidos voluminosos y una moral que se flexibilizaba al gusto. Sus formas son movimiento y aroma de otro tiempo.

Existía una simbiosis entre Toulouse-Lautrec y los dueños de lugares como Moulin Rouge, Divan Japonais, Rue dus Moulins, entre otros. El ilustrador hacía publicidad gráfica de esos lugares y ambos resultaban prestigiados. Esa fue una diferencia fundamental que acercaría el arte moderno con la sociedad capitalista de la época, algo que sería base para el arte contemporáneo y pop del siglo XX. La exposición muestra suficientes ejemplos de esta situación. La facilidad de reproducción de la litografía hacía posible masificar estas ilustraciones.
Hay armonía en la presencia del francés en Bellas Artes. En aquella época los ecos parisinos resonaban en la Ciudad de México, con un dictador que deseaba volver cosmopolita a la capital, a la usanza de esa época. La influencia de esos años se quedó de manera permanente y la obra gráfica de Toulouse-Lautrec es un acercamiento a un mundo donde las formas y vidas giraban en torno al deseo.
La muestra fue inaugurada el 11 de agosto y estará hasta el 27 de noviembre en la planta baja del Palacio de Bellas Artes. También es recomendable visitar, a manera de complemento, la exposición vanguardista de Los Contemporáneos y su tiempo, que se concentra más en un ámbito nacional. Una exhibición imperdible, con la gran calidad que caracteriza a las muestras de este recinto. Arte, publicidad y modernidad dialogan de una época inolvidable.